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En Una Despedida.

Su mirada fija parecía no querer perderle de vista.

Mientras tanto él, tembloroso, agobiado y con algunas lágrimas en sus ojos, contemplaba la hermosa y fría noche.

Una palabra rompió aquel silencio en el que dos almas entristecidas se encontraban por el presente y el futuro que estaba por venir, él la escucho muy claramente y luego el eco resonó en su cabeza mientras intentaba obtener la respuesta correcta que quieres decirme>; sabía que no podía equivocarse este era el primero y el último momento en el que tendría esa oportunidad de decirlo todo, sin miedo de pensar en que sería después, o por el contrario, que no sería, pero en ello no pensaba, sólo quería dar la respuesta correcta, esa respuesta que le hiciese a ella entender el porqué de todos esos tiempos.

Ella seguía esperando con los ojos ahora también entristecidos, pues ella lo conocía mejor que nadie, conocía la respuesta y lo que él quería decirle, sus palabras nunca partieron de su boca pero sus hechos daban a entender que era lo que tras sus palabras ocultaba, pero no era porque él no supiera que decir, el hecho era mucho más complejo, cada vez que lo intentaba su cabeza se llenaba de palabras que no podía decir.

Pero ahora, debía decirlo, había esperado mucho por esto, ahora todo era más confuso y su sentir estaba más conmocionado que nunca, pero no podía equivocarse.

La miro fijamente a los ojos, sus párpados no pudieron contener ese llanto que él quería negar, ella a punto de llorar, tal vez porque sentía su dolor, también lo miro a los ojos, y de nuevo un silencio.

En su mente, corría la cinta de la primera vez que vio su sonrisa, y si, todo se remontaba a aquel momento que hizo esto posible.

Sin apartar la vista, dijo esas palabras que ambos esperaban. Ella lo sabía, el las conocía y quería decirlas, pero debía ser así y en este momento.

Sólo hasta este momento ella aclaró esas dudas con las que vivió por tantos años, y el, solo hasta este momento dijo todo aquello que quería hacerle  saber.

Aunque ambos lo sabían, ambos lo esperaban y sabían que sucedería algún día, la sorpresa fue mutua. 

El, porque no pensó que sería capaz de hacerlo y ella, porque pensaba lo mismo, y hubiese sido así, de no ver sido por ese momento.

Ese momento que pedía confesión, ese momento que hizo posible alejar las dudas, ese momento que eligió ella y a la cual el accedió, un solo momento, un solo lugar, una sola historia, pero dos personas, dos vidas dos sentimientos, tan semejantes y distantes el uno con el otro, como su propio pensar, que se acercaba  y alejaba suave y silenciosamente mientras las palabras rompían el frío de aquella noche.

Los segundos se limitaban a ese momento, ellos lo sentían, pero ninguno lo comentaba, parecía no importarles.

Solos, los dos, caían lentamente en la realidad que había sido arrebatada  por aquellas palabras que ella había escuchado de aquel que las había dicho. El frío regresaba lentamente y así, lentamente de nuevo se fue con esa unión de dos cuerpos fríos que él no esperaba, mientras contemplaba la imponente constelación nocturna, que en tantas noches le había visto llorar, a solas, y que ahora era testigo de esa promesa que sólo, el cielo y el, conocían.

El tiempo contemplaba esos dos cuerpos tan diferentes y tan semejantes, que no querían separarse pero, ambos sabían que sucedería; después de lo dicho ya se conocían, ya se sentían, ya estaban unidos, pero ya era hora de alejarse, él lo sabía, ella lo sabía, pero ninguno lo quería, ambos conocían el por qué, y gracias a este, ella  aclaró las dudas que en su mente vivían y él, dijo, lo que por tanto tiempo quiso decir pero que no había sido capaz de hacer, sólo hasta este momento.

Fue así, como esas dos personas, que sentían lo mismo, el uno por el otro, pudo saber que "eso", lo que ambos pensaban, era más que un capricho resabiado de simple deseo, eso de lo que ellos veían a su alrededor todos los días, ella lo sabía, él lo conocía, pero desde ese momento ella comprendió que no lo era.

Él, ya estando lejos, lloró pero no por el pasado, no por recuerdos, no por dolor, lo hizo por alegría, por saber lo hermoso que era el hecho de vivir de nuevo, con una ilusión más fuerte, ahora tenía una nueva razón para seguir:

“Anhelo de regresar algún día, buscarla, mirarla a los ojos, y de nuevo llorando, decirle esas palabras que ella estará esperando, hasta ese momento en el cual dos cuerpos, solos, fríos, en una noche estrellada no tengan nunca más una razón para alejarse de nuevo".

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