Sentía temor, realmente pensé que no podría verle fijamente.
Ver más allá del cristalino de aquellos ojos me hacía temer, no quería ahogarme, no quería dejar el suelo que pisaba, pero sucedió. Quizá sus palabras lograron romper mi terquedad, dejándome inmune ante peticiones a las que mi corazón latía con fuerza.
Suavemente crucé mi mirada ante la suya y me sorprendió el ver que el brillo que podía notar era diferente, por primera vez en muchos años, no vi tristeza, no vi dolor, no vi temor; ¿Qué significó esto?, pues en verdad puedo decirte que estuve completamente enceguecido, acostumbrado estaba a ver el sufrir de las personas a través de sus ojos, como flechas, estos sentimientos entraban a mi vida cual si fuesen propios, sufrimientos ajenos a mi vida acoplados a ella. Pude descubrirlo mucho tiempo atrás, luego de algún tiempo después quise dejar de ver a las personas a los ojos, evitando de alguna forma, estar cerca de sus tormentos.
Desearía poder explicar lo que siento y lo mucho que disfruto cada vez que ahogo mi mirada en la suya, quizá en simples palabras puedo decir que veo como el tiempo se detiene alrededor nuestro, tal vez sus bellos ojos conservan algún mágico encanto difícil de explicar más muy fácil sentir.
Confieso que no había sido atrapado por unos ojos tan penetrantes como los suyos, mirada que toca mi alma y hace latir más fuerte este corazón aun así logrando dejarlo en calma, me pregunto a mí mismo cómo podría vivir sin verlos y me respondo a mí mismo que simplemente no puedo, de sus ojos me siento esclavo, ya que son el lugar perfecto donde puedo encontrar la calma que necesita mi mundo, el verdadero descanso para los miles de cientos de tormentos que rodean mi vida, ese espacio entre las nubes, donde por siempre desearía estar.
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